Había una vez en un pequeño pueblo de la China donde dos chicos de la calle que juntaban unas miseras monedas pidiendo limosna y abriendo la puerta del carruaje de los ricos. Un dìa, un maestro los vió y se quedó observándolos por un buen rato.
Le bastó para darse cuenta que esas criaturas tenían por delante un sombrío futuro de hambre, necesidades y posiblemente, acabarían delinquiendo y llevando una vida errante. Es entonces cuando toma la decisión de llevarlos a su casa, darles alimento, ropa, un cuarto donde dormir y sobre todo, educación.
Asì entonces estos chicos fueron creciendo como hermanos bajo la tutela del maestro a quien habían aprendido a querer y a quien respetaban muchísimo y le reconocían una sabidurìa inmensa sobre todo, lo relacionado con las cosas de la vida. Y así fueron creciendo hasta llegar a ser unos mozos.
En un determinado momento, deciden poner un negocio en sociedad y al poco de abrirlo discuten violentamente. En un momento de la discusión el mayor de ellos reacciona y le dice a su “hermano”; “oye. qué nos pasa que estamos discutiendo.- Cuando niños nunca peleamos ni por un juguete ¿y ahora esto?
El hermano se hace eco de estas palabras y le sugiere ir con el maestro y preguntarle a él que en su inmensa sabiduría sabrìa decirles.- Así lo hacen.
El maestro, les escuchó atentamente y por toda respuesta les llevó hasta una ventana y les preguntó:¿què es lo que ven?.Ellos se miraron entre sí sin comprender y le responden: bueno maestro es una ventana. Vemos la calle y toda la gente que transita por ella.-Muy bien- les dice él.
Acto seguido, extrae el vidrio de la ventana, hace un precipitado de plata sobre el mismo convirtiéndolo en espejo y vuelve a colocarlo en el marco para volver a preguntarles: y qué es lo que ven ahora? Mas extrañados aún le responden: maestro, es un espejo ¿què vamos a ver? nos vemos nosotros mismos reflejados en él..
Entonces el maestro, mirándolos a los ojos con inmensa ternura les dijo: eso es lo que les pasa a ustedes, sepan que siempre que hay dinero de por medio, uno deja de ver a los demás para verse a sí mismo.